A un abuelo le cayeron lágrimas con el audífono

0
2127

A un abuelo le cayeron lágrimas con el audífono.  Audioprotesista de Beltone, Alejandro Camuñas se ha estrenado este año como cooperante internacional. Enrolado en una misión auditiva y óptica propiciada por la Fundación Cione Ruta de la Luz, y apoyada técnica y materialmente por Beltone, Alejandro ha  participado como voluntario en el proyecto que ambas entidades pusieron en marcha el año pasado en la ciudad sahariana de Dakhla. El, y otras dos compañeras más, llevaron a cabo 170 revisiones audiológicas (96 audífonos adaptados), además de prácticamente 300 revisiones ópticas. Fue precisamente en el campo de las audiometrías en el que se centró Camuñas, que reconoce su deseo de volver a esta parte del Sahara Occidental, o a cualquier otro lugar donde sea necesario, para seguir ayudando. En el cuerpo se lleva cinco días de trabajo incansable. En el corazón, recuerdos inolvidables y la seguridad de que un audífono le puede cambiar la vida a una persona.

 Has viajado a Dakhla con otras dos ópticas y audioprotesistas, ¿cómo ha sido la experiencia, las conocías?

Viajé con dos ópticas y audioprotesistas, la navarra Sheila Muruzabal; y Tania Roris, que es de Pontevedra. A Tania ya la conocía anteriormente; Me presentaron a Sheila el día de antes de viajar a Sahara, en la sede de la Fundación Cione Ruta de la Luz, donde estuvimos preparando el material que íbamos a llevar y organizando cómo íbamos los protocolos de trabajo durante nuestra estancia en Dakhla. Todo ha ido sobre ruedas. Tania y Sheila son dos personas comprometidas y muy capaces. Desde el primer día la sintonía fue perfecta, lo que ha ayudado a rentabilizar al máximo estancia en Sahara. La consecuencia ha sido que además de la satisfacción por lo que hemos hecho, me he traído dos bunas amigas con las que mantengo el contacto.

 

¿Cuál ha sido vuestra labor en Dakhla?

Le hemos dado continuidad al trabajo que se había llevado a cabo en dos misiones de cooperación internacional  anteriores con destino allí, y en mi caso, especialmente, a la labor iniciada en 2015 por Beatriz Camacho en materia de Audiología, que fue pionera en España. Este año, la misión ha tenido dos partes. La audiológica ha estado ligada a la Asociación de Personas Sordas de Dakhla; la óptica,  a la Asociación de Personas con Discapacidad. Cuando llegamos allí, nos cedieron varias instalaciones en la Fundación de Personas Discapacitadas de Dakhla. En cinco días de trabajo intenso, de lunes a viernes, llevamos a cabo casi 500 revisiones, de audición y de visión. Empezábamos a revisar a los pacientes a las nueve de la mañana y terminábamos pasadas las ocho de la tarde. Ya que habíamos ido y disponíamos de los medios adecuados, nos empeñamos en que todo el mundo quedara atendido, y lo conseguimos.

 

¿Cómo está la atención audiológica en la ciudad y su comarca?

No es un lugar de extrema pobreza. En la ciudad se pueden encontrar todos los servicios. No es lo mismo que en España, pero, por ejemplo, la gente no pasa hambre, hay conexiones a internet y una buena cobertura en cuanto a telefonía móvil. En materia de sanidad,  es otra cosa. En Dakhla no existe la atención audiológica, de manera que las personas con pérdidas auditivas tienen que desplazarse a un mínimo de 500 kilómetros para revisarse los oídos, o para que les adapten un audífono, hasta ciudades como Rabat y Casablanca. La inmensa mayoría de la población no cuenta con recursos económicos como para desplazarse hasta allí, y aún menos para adquirir unos audífonos, por lo que tener una pérdida auditiva, es poco menos que irresoluble, salvo para unos pocos privilegiados.

¿Os dirigíais a una parte de la población en especial?

En materia de Audiología, que era mi cometido, la contraparte local, es decir la Asociación de Discapacitados de Dakhla, había hecho un llamamiento tanto en la ciudad como en su comarca, advirtiendo de nuestra llegada. Después, el personal local nos ayudó con la organización del trabajo y con las citas. Revisamos a todo tipo de pacientes, desde personas que resultaron no tener pérdidas auditivas u otras que sólo tenían un tapón de cera en los oídos, hasta pacientes que venían con pérdidas irrecuperables, ante las que no pudimos hacer nada. Sin embargo,  un 75 u 80 por ciento de los revisados sufrían una pérdida de audición que se podía paliar con la ayuda auditiva. Audiológicamente, revisamos a 170 personas en cinco días, una media de casi 35 diarios, que es muchísimo. Llevamos 102 audífonos, y los adaptamos prácticamente todos, 96.

 

¿En qué instalaciones habéis trabajado?

Nos cedieron las instalaciones de la Asociación para que nos organizáramos a nuestra conveniencia y ser lo más efectivos posible. Decidimos emplear dos salas para practicar las revisiones audiológicas. En una, instalamos el audiómetro, para practicar una batería completa de pruebas, y en la otra fue donde adaptamos los audífonos a las personas que los necesitaron. Como llegamos a  tener mucho tránsito de pacientes, instalamos un segundo audiómetro para poder trabajar en las dos salas cuando hacía falta. Tania empleaba prácticamente todo su tiempo en las revisiones audiológicas, mientras que  Sheila se centró más en las ópticas, aunque también nos ayudaba si era necesario.

 

¿Habéis hecho seguimiento de los casos tratados el año pasado?

Sí. Hemos comprobado que los beneficiarios han seguido perfectamente los consejos que les dio Beatriz Camacho. Nos hemos encontrado sus audífonos en buen estado de uso, limpios, y en su gran mayoría, prestando servicio perfectamente. Sólo hemos tenido que hacer leves ajustes en algunos de ellos. De hecho, algunos de los beneficiarios del año pasado sólo se acercaron para darnos las gracias.

 

¿A qué tipología de pacientes habéis atendido?

A personas de todas las edades, desde niños pequeños hasta mayores de 90 años. En el caso de los menores, es evidente que la adaptación de los audífonos les va a cambiar la vida, dándoles, por ejemplo, un mejor acceso a la educación. Sin embargo, a mí se me quedó grabado especialmente el caso  de un anciano, un abuelo al que, nada más encender el audífono, le empezaron a caer unas lágrimas como puños, de alegría. Tengo que reconocer que yo también lloré cuando lo vi. Los niños alucinaban con los audífonos. Tamborileaban con los dedos sobre la mesa, o reían sólo porque se estaban escuchando a sí mismos y lo que les rodeaba.  Otro chaval, de poco más de 20 años, oyó su voz por primera vez gracias a sus nuevos audífonos. Cuando vi su cara, me di cuenta de que, exactamente en aquel momento, su vida había cambiado. Seguro que las oportunidades que se le abren ahora son muy distintas de las que tenía, mucho más amplias, seguro.

 

¿Habías tenido alguna experiencia parecida?

No. Ni profesional ni personalmente. En GN nos dedicamos a devolver la facultad de comunicarse a las personas, y ya es gratificante, pero los procesos son más graduales, la gente se hace revisiones periódicas… Nunca había sido testigo de cambios tan radicales. Ese primer plano, ese contacto directo con personas que necesitaban tanto la ayuda auditiva y que se mostraban tan agradecidas con nosotros, no lo había sentido nunca. Los tres hemos trabajado a destajo, terminábamos agotados cada día, pero siempre con la sensación de estar llevándonos en nuestro interior mucho más de lo que aportábamos, en forma de recursos materiales. Nunca había sido consciente de que mi profesión, mi formación, pudieran abrirle un mundo diferente de posibilidades a otras personas. Siempre que ayudas a alguien que lo necesita, sea donde sea, te sientes bien, pero cuando lo haces con alguien que no tiene otra oportunidad salvo la que se le presenta contigo, eso es indescriptible.

 

Con una situación internacional tan tensa como la que vivimos, ¿llegaste a tener dudas antes de viajar?

En el momento de plantearme el viaje, me surgieron dudas, claro que sí, pero que una compañera  como Beatriz Camacho ya hubiera estado el año anterior en el mismo lugar y me contara su experiencia, me ayudó a decidirme. Me habló de la normalidad con la que luego realmente me he encontrado.

¿Notaste choque cultural en cuanto a comidas u otras circunstancias?

Se nota que el nuestro y el suyo son dos mundos diferentes. Allí, por desgracia, la mujer no juega el mismo papel que aquí, eso es evidente. También me llamó mucho la atención que contando con unas playas magníficas, no le presten más atención a sus recursos turísticos. En todo caso, los saharauis, en general, sienten nostalgia de lo español, así que cuando nos ven, nos tratan bien.

¿Cómo os comunicasteis con la gente?

Además de que contábamos con la ayuda local de personas que hablaban perfectamente español, los más mayores solían entender e incluso hablar algo de castellano. Con los demás, íbamos improvisando sobre la marcha. Algunos hablaban francés, que es un idioma con el que yo me defiendo bastante bien. Con los árabes, nos entendíamos en inglés, y cuando nada de esto funcionaba, por gestos. Al final, siempre hay una manera de comunicarse.

¿Habéis tenido apoyo del personal local?

Pese a que no estaban preparados técnicamente, ni contaban con los medios necesarios, han puesto toda su buena voluntad, que ha sido mucha, para ayudarnos. La mayor parte de los equipamientos los llevábamos nosotros, y, lógicamente, ellos no sabían utilizarlos.

¿Qué material habéis llevado?

El año pasado se llevó un audiómetro de vía aérea. Este año hemos llevado uno de vía aérea y otro más completo, que hace vía aérea y vía ósea, con el que las pruebas son mucho más fiables. Además, hemos llevado 102 audífonos y material sanitario básico, como agua oxigenada, algodón, vendas, alcohol…

Ésta ha sido tu primera experiencia en cooperación internacional, ¿tienes intención de repetir?

Es una experiencia que recomiendo a todo el mundo y efectivamente repetiría en la próxima ocasión. Además mantenemos el contacto con la Asociación. Sobre todo a través de Facebook, podemos ir hablando con la asociación y con algunos de los chicos que hemos atendido.