A más años, peor oído

0
1655

La edad es la principal causa por la que dejamos de oír bien. Esta pérdida progresiva de audición, que se conoce con el nombre de “presbiacusia”, está relacionada con el paso de los años y afecta a millones de personas en todo el mundo.

La presbiacusia no está considerada una afección senil, aunque determinadas enfermedades, como las infecciones de oído, la arterioesclerosis, la hipertensión arterial o la diabetes pueden contribuir a que aparezca antes o con mayor intensidad. Asimismo, si hemos estado expuestos a ambientes ruidosos o hemos sufrido un traumatismo también podríamos notar los signos de la presbiacusia con mayor celeridad.

Al aumentar nuestra esperanza de vida, los problemas auditivos en la población se han ido incrementando. Aunque la pérdida auditiva puede comenzar a partir de los 40 años, los signos más acusados los perciben personas entre los 65 y los 70 años, que acuden a consulta médica afirmando que no oyen bien o que no entienden lo que se les dice en ambientes ruidosos. En otras ocasiones se quejan de que oyen zumbidos extraños o que les molestan los ruidos muy intensos.

El diagnóstico de la presbiacusia es sencillo. Existen tres exámenes que se pueden efectuar al paciente. La otoscopia consiste en una exploración visual del oído. Con la audiometría tonal liminar se concreta la intensidad a la que el paciente comienza a escuchar los tonos puros a los que está sometido. Por último, la audiometría verbal es una prueba similar a la anterior, en la que el paciente debe repetir palabras de dos sílabas que previamente se le han comunicado.

Es habitual que una persona con presbiacusia se sienta solo y aislado del mundo que le rodea, lo que le lleva a ir limitando poco a poco su vida social y familiar. No oír bien supone una dificultad para mantener una conversación o interactuar con otras personas, lo que conlleva un retraimiento social y una sensación de inutilidad por parte de la persona que padece estos síntomas.

El riesgo de exclusión social podría evitarse con una medida tan sencilla como la adaptación de un audífono. Con este aparato, las personas mayores que no oyen bien enseguida comprueban cómo su calidad de vida mejora considerablemente.