El Día Internacional del Libro se celebra el 23 de abril porque en esa fecha, en 1616, murieron Miguel de Cervantes, William Shakespeare y Garcilaso de la Vega. La UNESCO lo estableció en 1995 para fomentar la lectura, la industria editorial y la protección de la propiedad intelectual. Y aunque a priori, lectura y oído no parecen tener que ver, en este blog nos corresponde reivindicar nuestro sentido favorito, que, por supuesto, también tiene que ver con la lectura.
Cuando pensamos en leer, solemos imaginar una actividad silenciosa, íntima, entre un lector y un libro. Sin embargo, la lectura no es solo visual: también es profundamente auditiva. Descubramos qué tienen que ver lectura y oído.
Si echamos la vista -y el oído- atrás, ya en la infancia, la relación entre el la lectura y oído comienza con los cuentos leídos en voz alta por nuestros padres o maestros. Los más mayores recordarán también los relatos familiares de los abuelos, que tanto reivindican ahora los cuentacuentos. Escuchar historias despierta la imaginación, enriquece el vocabulario y entrena la atención.
El oído es la puerta de entrada al lenguaje. Antes de aprender a leer, aprendemos a escuchar. Escuchamos cómo suenan las palabras, cómo se entonan, cómo se enlazan unas con otras. Este aprendizaje auditivo es esencial para adquirir la conciencia fonológica, una habilidad clave que permite a los niños reconocer los sonidos del habla y asociarlos con letras, lo que facilita enormemente la alfabetización.
Incluso en la edad adulta, el oído sigue jugando un papel vital en la experiencia lectora. La lectura en voz alta, tanto para uno mismo como para otros, ayuda a comprender mejor los textos, a captar el ritmo de las frases y a apreciar la musicalidad del lenguaje. Además, escuchar audiolibros se ha convertido en una forma cada vez más popular de leer, demostrando que el oído también puede ser una herramienta poderosa para acceder a la literatura.
Por otro lado, la lectura y el oído están estrechamente ligados en la creación literaria. Muchos escritores leen sus textos en voz alta durante el proceso de escritura para pulir el estilo, mejorar la fluidez y detectar errores que la vista por sí sola no percibe. La literatura, al fin y al cabo, no solo se escribe para ser leída, sino también para ser escuchada.
Algo que se hace aún más evidente en la poesía. La poesía y el oído están profundamente conectados: el ritmo, la musicalidad y la cadencia de los versos se disfrutan no solo con la vista, sino con el oído. Escuchar poesía permite captar sus sonidos, pausas y emociones, haciendo que cada palabra resuene más allá del papel.
Así, leer no es solo ver. Es también oír, sentir, interpretar con todos los sentidos. Y el oído, con su capacidad para captar matices, ritmos y emociones, nos recuerda que la lectura es una experiencia profundamente sensorial y humana.