Contaminación acústica: un peligro real para nuestra audición

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Vivimos rodeados de ruido, especialmente quienes viven y trabajan en las grandes ciudades. Al ruido del tráfico se le une el que producen las industrias, la construcción, los locales de ocio y los aviones, y sin darnos cuenta estamos inmersos en un ambiente contaminante, que puede producir efectos nocivos en nuestra salud auditiva.
Estar sometidos a un ruido constante, incluso aunque este sea de bajo nivel, tiene como consecuencia un aumento del riesgo de sufrir una disminución importante en nuestra capacidad auditiva. La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera los 70 decibelios como el límite superior deseable, pero en España está establecido como nivel de confort acústico los 55 decibelios. Por encima de estos decibelios, el sonido impide que descansemos adecuadamente e interfiere notablemente en la comunicación con las personas que nos rodean.

En la Unión Europea, más de 80 millones de personas están expuestas diariamente a niveles de ruido ambiental superiores a 65 decibelios y otros 170 millones tienen que soportar niveles que se mueven entre los 55 y los 65 decibelios.
El déficit auditivo provocado por una exposición prolongada a un ruido ambiental se llama socioacusia. El silbido que escuchamos después de someternos a un ambiente excesivamente ruidoso, como por ejemplo al salir de en un concierto, es una señal de alarma.

Normalmente, los daños que sufre nuestro oído por causa de un ruido demasiado elevado desaparecen, pero si la exposición es constante las lesiones son definitivas y la sordera crece hasta que se pierde totalmente audición. Por ello es muy frecuente que personas que trabajan en ambientes muy expuestos al ruido durante años, como la construcción, la industria o una discoteca, sufran sordera.

Para luchar contra la contaminación acústica, los países industrializados han elaborado normativas que intentan proteger al medio ambiente y a las personas, con rigurosas políticas de prevención y control.