Casi el 60% de la población mundial vive en grandes ciudades, y la tranquilidad se ha convertido en un lujo al alcance de unos pocos. Vivimos rodeados de ruido, lo que afecta directamente tanto a nuestra capacidad y calidad de descanso como a nuestro bienestar físico y mental. El silencio y las cámaras anecoicas.
A menudo buscamos el silencio, aunque en realidad, desde el punto de vista absoluto, el silencio no existe, a no ser que estemos en el espacio. El silencio, por definición, es la ausencia de todo sonido. Por otro lado, el sonido es la propagación de una onda mecánica, generada por la vibración de un cuerpo, a través de un medio. Es decir, el sonido es posible gracias a la existencia de medios físicos (sólido, líquido o gaseoso), pero no puede propagarse en el vacío, como si pueden hacerlo otro tipo de ondas, por ejemplo las electromagnéticas.
La intensidad del sonido se mide en decibelios, y su escala no es lineal sino exponencial, eso quiere decir que cada 10 dB de aumento el sonido es 10 veces más intenso. El oído es el sentido capaz de percibir el sonido, transformando las ondas mecánicas en impulsos nerviosos que envía al cerebro. El oído humano tiene el límite de audición en torno a los 0 dB y los instrumentos de medición acústica, pueden detectar escalas negativas, como los -24 dB a los que suena el choque de las moléculas del aire.
Con el avance tecnológico y la aparición de nuevos materiales se ha avanzado mucho en el aislamiento acústico. La insonorización de salas o edificios no es algo extraño, y consiguen mitigar en cierto modo la contaminación acústica. Pero existen lugares diseñados específicamente para aislar el máximo ruido posible, son las cámaras anecoicas.
Las cámaras anecoicas se crearon para tratar de aproximarse lo máximo posible al silencio. Estas salas están diseñadas para eliminar la reflexión de las ondas acústicas. El secreto está en sus paredes, revestidas con materiales como la fibra de vidrio o la espuma, capaces de absorber cualquier onda acústica o electromagnética, y por tanto, de evitar que haya reflexión.
Pero nuestro organismo no está preparado para enfrentarse al silencio absoluto directamente, necesita un periodo de adaptación, por lo que cuando alguien entra en una cámara anecoica la reacción, además de ser diferente en cada persona, puede ser sorprendente. Lo que para algunos es un remanso de paz para otros se convierte en un espacio verdaderamente angustioso. Esto es debido a que al no haber sonido externo, uno comienza a escuchar los ruidos generados por su propio organismo, es decir, los latidos del corazón, la corriente sanguínea o las propias tripas revolviéndose. Y según la fisonomía de cada uno, hay quien llega a escuchar el ruido de las articulaciones al moverse e incluso sus propios nervios.
Nuestros oídos están acostumbrados a que el sonido llegue de todas partes y al entrar en una cámara anecoica todo desaparece, así que el cerebro se pone en alerta. Para algunas personas la experiencia puede ser relajante pero para otros es una sensación enormemente hostil, que les hace valorar, aún más si cabe su capacidad auditiva en estado normal.
Para cuidar la salud auditiva es tan esencial protegerse del ruido como revisar nuestra audición periódicamente. Los profesionales de Beltone ponen a su disposición la tecnología más avanzada para cuidar de su salud auditiva y ofrecerle las más modernas soluciones en caso de necesitarlo.