Música e hipoacusia, dos mundos compatibles

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Música e hipoacúsia
Música e hipoacúsia

Música e hipoacusia. Cada 22 de noviembre, se homenajea una actividad muy especial. Se celebra el Día Internacional de la Música, un tipo de creación artística que nos hace reír, llorar, bailar y, en definitiva, nos permite disfrutar de la vida. Justo en esa jornada –el 22 de noviembre–, pero del año 230 de nuestra Era, fallecía Santa Cecilia, considerada la patrona de los intérpretes musicales. Esta aristócrata romana, convertida al cristianismo y que fue martirizada hasta su muerte, se caracterizaba por ser una gran amante de las «artes liberales». De hecho, siempre se la representa con sus atributos más preciados, el órgano, el arpa o el laúd. Así ha aparecido habitualmente en la literatura y en la pintura desde hace siglos.

Las primeras celebraciones en honor a esta mártir tuvieron lugar en Edimburgo (Escocia), donde se comenzaron a realizar hacia 1695. Y, a partir de ese momento, se extendieron a otros puntos del planeta. Desde entonces, el día de la muerte de Santa Cecilia se ha convertido en la excusa perfecta para recordar la relevancia de la actividad musical. En 2022, el 22 de noviembre se desarrolló el pasado martes, y en muchos lugares de España –y del mundo–, intérpretes, bandas y agrupaciones instrumentales salieron a la calle, para dar a conocer su buen hacer. Música e hipoacusia.

Pero, las personas con hipoacusia, ¿pudieron disfrutar de estos compases? Muchos pensaran que no, que es imposible. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Y para muestra, un caso histórico, el del compositor, director de orquesta y pianista alemán Ludwig van Beethoven, quien –a pesar de tener baja audición– es considerado como una de las grandes figuras de la música a nivel internacional. Y eso que vivió a caballo entre los siglos XVIII y XIX –hace más de 200 años–, cuando la audiología no estaba tan desarrollada como en la actualidad.

Por tanto, tener algún grado de pérdida auditiva no impide disfrutar del placer musical. Todo lo contrario. Sólo habrá que buscar –y aplicar– las adaptaciones más convenientes a cada situación. En este contexto, aquellas personas sin pérdidas severas tendrán más fácil su aclimatación para disfrutar de las piezas. Quizá, con un audífono sea suficiente para volver a disfrutar del placer de escuchar música.

Empero, en situaciones más agudas de hipoacusia serán necesarios los servicios de un intérprete de lengua de signos, con el fin de brindar la posibilidad de acercarse a los compases. Un trabajo que, además, se puede acompañar de otros estímulos. Al fin y al cabo, la música –como arte– es un producto social, e interactúa con su alrededor. Permite la generación de diversos ambientes que enriquecen la interpretación instrumental y vocal, y que, al mismo tiempo, permiten el disfrute sensorial de las personas con hipoacusia.

Así, y de la mano de las nuevas tendencias, los profesionales del sector musical juegan cada vez más con las vibraciones –tanto corporales como de la propia estancia–, con la iluminación, con la mímica y con la expresión facial y corporal. De esta manera, las personas con «capacidades auditivas diversas» también sienten, reconocen y disfrutan de las canciones. No hay que olvidar que existen muchos niveles y umbrales de percepción. No exclusivamente el auditivo…

Además, y de forma progresiva, van apareciendo nuevas herramientas para el disfrute de la música por parte de quienes presentan sordera. La organización sin ánimo de lucro D-PAN (The Deaf Performing Arts Network) es un ejemplo del trabajo bien hecho. La entidad consigue la integración de los ciudadanos con baja audición a través de vídeos musicales de canciones famosas, en los que intervienen actores de baja audición que signan la totalidad del evento.

Asimismo, se han de mencionar aplicaciones especializadas, como Ludwig, que consigue experiencias inversivas, de la mano de vibraciones, con el apoyo de una pulsera conectada a un teléfono o a una tablet. De esta forma, el usuario –sea cual sea su grado de sordera– podrá experimentar y sentir las canciones. Una técnica muy parecida se emplea desde el proyecto «M:NI», acrónimo de «Music:Not Impossible», cuyos responsables transforman los sonidos en vibraciones, que –a su vez– son transmitidas al cuerpo, donde son interpretadas de forma rítmica y melódica.

Pero los desarrollos tecnológicos no finalizan aquí. También se ha conseguido que, gracias a determinadas soluciones técnicas, los compases musicales sean convertidos en luz y que, de esta forma, las personas sordas reciban estímulos luminosos. De esta manera, se incrementan exponencialmente sus oportunidades de integrarse. Es el caso de Iluminet, que permite interpretar el sonido y convertirlo en haces lumínicos de la mano de diferentes LEDs.

Además, en este repaso no podían faltar los auriculares de «conducción ósea». ¿A qué se refiere tan rimbombante denominación? No son unos casos al uso. No se introducen en los oídos. Según nos confirman sus desarrolladores, “transmiten el sonido mediante vibraciones directamente al nervio auditivo a través del cráneo”, donde “se transforman en sonido sin pasar por el tímpano”. ¡Un importante avance que parece haber llegado directamente del futuro!

Como se ha podido observar, existen muchas formas de acercar la música a todos aquellos que presentan una baja audición. Pero, sin duda, una de las alternativas que, cada vez, cuentan con una mayor aceptación entre la población con sordera –sea del grado que sea– es participar en batucadas. De acuerdo a las últimas investigaciones, es una de las alternativas más eficaces para transmitir el ritmo a través de la vibración, al mismo tiempo que se trata de una actividad que genera un ambiente de gran camaradería entre los participantes.

Pero, al mismo tiempo, las veladas musicales de todo tipo se encuentran –poco a poco– más adaptadas a las personas con todo tipo de necesidades. De hecho, progresivamente son más habituales los conciertos signados u orientados a este sector de la población. Como decíamos antes, no sólo se trata de escuchar la música. También hay que vivirla. Y, para ello, lo mejor es no quedarse en la mera interpretación de la canción. La pieza nos debe emocionar, ya que la empatía y la felicidad son las vías más eficaces para alcanzar la inclusión.

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