Las infecciones de oído son uno de los problemas de salud más frecuentes en la infancia. La mayoría de los niños menores de tres años ha sufrido alguna vez una infección de oído medio.
Estas infecciones están provocadas por gérmenes, que una vez que han entrado en el oído interno provocan que el oído medio se llene de pus, un líquido espeso que contiene células cuya misión es luchar contra los gérmenes.
Las infecciones de este tipo son más frecuentes en la infancia porque las trompas de Eustaquio, el conducto que tenemos entre el oído medio y la garganta, son muy pequeñas. Sin embargo, cuando los niños van creciendo, las trompas de Eustaquio cumplen con su función de evitar la entrada de gérmenes de una manera más eficaz. Aún así, si padecemos una alergia o contraemos un catarro ya siendo mayores, también se pueden obstruir, lo que también nos provocará una infección.
La infección de oído no es contagiosa. Provoca dolor, estados febriles y problemas auditivos, pero todo ello tiene fácil solución si acudes a un especialista. El médico, a través del otoscopio, te examinará el interior del oído para verte el tímpano. Si tienes una infección de oído es posible que te recete un medicamento para que te encuentres mejor, que puede ser un antibiótico si la infección es bacteriana. Al cabo de pocos días de ser suministrado, la persona comienza a encontrarse mejor.
En cualquier caso, cuando un niño tiene infecciones de oído crónicas o frecuentes es posible que necesite algunas pruebas, como una audiometría, que mide la audición, o una timpanometría, que determina si el tímpano cumple su función con normalidad.
Para no incurrir en una infecciones de oído hay que evitar los ambientes con mucho humo e intentar no acatarrarse, lo que se consigue manteniéndose alejado de las personas ya acatarradas, lavándose las manos frecuentemente, e intentando no tocarse nariz y ojos.