La historia de los pendientes. El origen de los pendientes se remonta al Antiguo Egipto, hace más de 6000 años. A lo largo de la historia, según el periodo y las personas que lo usaban, los pendientes han tenido diferentes funciones y significados. Junto con el collar y el peine, los pendientes son uno de los objetos más antiguos y menos evolucionados, en uso desde el paleolítico, con escasos cambios.
Los pendientes más antiguos que se conservan proceden de tumbas egipcias y sirias, y se trata de piezas simples de escaso valor material, aros de los que cuelgan figuras en forma de vaso, de clavo o de media luna. Pero también en Egipto hubo piezas de gran valor, como los pendientes de Ramsés II, a quien le gustaba tanto adornarse con ellos que poseía miles de pares tan sofisticados que incluso los orfebres de hoy en día tendrían dificultades para reproducirlos. Sin embargo, la variedad de motivos decorativos más sofisticados se encontraban en la antigua Grecia, donde diminutas cabezas de mujer labradas en oro o delicadas flores, frutos, pájaros y ánforas esmaltadas, eran reproducidas como frágil miniatura en los pendientes.
Los pendientes de oro también se mencionan en la Biblia. Mientras Moisés hablaba con Dios en el Monte Sinaí, su hermano Aarón pidió a los israelitas que fundieran los pendientes de oro de sus esposas, hijos e hijas para construir el becerro de oro. La historia de los pendientes.
Aunque en el antiguo Egipto la función principal de los pendientes era atraer las miradas de los demás y provocar el máximo interés, los motivos para colocarse pendientes a lo largo de la historia han sido muy diferentes. Los primeros pendientes de los que hay constancia, estaban elaborados con coralina y se les atribuía la propiedad de curar el dolor de estómago, eran utilizados como medicina primitiva y se les suponían propiedades mágicas. En la medicina oriental la perforación de las orejas está relacionada con la auriculoterapia, una forma de acupuntura que se aplica exclusivamente a la oreja. Y en los Países Bajos, se recomendaba el uso de un pendiente de oro para prevenir o curar problemas oculares.
En ciertas regiones de Europa era utilizado como talismán o amuleto para contrarrestar conjuros y mal de ojo. Para las civilizaciones babilónicas, persas y hebreas los pendientes otorgaban la fuerza capaz para luchar contra los hechiceros.
Está constatado que piratas y marineros llevaban pendientes. Existen varias teorías al respecto. La primera es que los pendientes eran un signo de experiencia o un símbolo de estatus, cuando más grandes eran, más tiempo llevaba el navegante surcando los mares. La otra teoría, es que suponían una especie de seguro, si morían en el mar y sus cuerpos llegaban a alguna parte, con los pendientes de oro podían pagar su entierro.
También los pendientes sirvieron como recompensa civil e incluso militar, aunque en el extremo opuesto están aquellos pendientes que aludían a la condición de prisionero de guerra, y a la de esclavo o de siervo. De esta última provienen los pendientes criollos, grandes aros que son utilizados en Estados Unidos por muchos afroamericanos para honrar sus ascendientes africanos. Y durante los años 60 se utilizaron como símbolo de protesta e inconformismo, así como indicadores de la orientación sexual.
En el ámbito del amor, los pendientes simbolizan el lazo que une a quien los lleva y a quien se los dio, por lo que en ocasiones se convierten en el regalo ideal para ocasiones especiales.
En la antigüedad, los pendientes eran de uso generalizado entre hombres y mujeres, como lo vuelve a ser en el siglo XXI. Sólo dos civilizaciones discreparon, los griegos, prohibieron su uso a los varones, mientras que los indios sólo permitían su utilización a los hombres.
Durante la Edad Media, el uso del pendiente decayó debido a que el peinado ocultaba las orejas, sin embargo, en el Renacimiento recuperó su antigua relevancia convirtiéndose en objetos de gran valor realizados por los mejores orfebres con materiales con aplicaciones de esmaltes, piedras preciosas y perlas.
Claramente, los pendientes han formado y forman parte de la historia y la cultura de la humanidad, y seguramente durante las próximas fiestas de navidad serán el regalo perfecto para muchas personas. Pero no debemos olvidar que a la hora de perforar nuestras orejas debemos hacerlo en centros especializados y siguiendo todas las normas higiénicas. La falta de cuidado de una perforación puede producir graves infecciones y llegar a afectar a nuestra salud auditiva. Para evitar estas afecciones, una vez hecho el agujero hay que llevar a cabo los cuidados indicados en cuanto a higiene y desinfección de la zona y no cambiar el pendiente hasta que el agujero no esté cicatrizado. No debemos olvidar que las orejas son una parte fundamental del sistema auditivo.
Los profesionales de Beltone están siempre a tu disposición para revisar tu audición y cuidad tu salud auditiva, ofreciendo las mejores herramientas de diagnóstico y las soluciones que cuentan con la tecnología más avanzada.
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Eva Plaza