Debate abierto en Estados Unidos acerca de las medidas propuestas desde el gobierno Norteamericano para hacer más accesible el uso de dispositivos amplificadores entre las personas afectadas por pérdida de audición.
La intención es buena, porque con las recomendaciones propuestas desde la Administración Obama se pretende ofrecer una solución a los 30 millones de americanos que padecen pérdida de audición y carecen de medios para poder costearse los audífonos que necesitan, pero ¿es buena la amplificación sin control? ¿Acaso no es peligrosa para la salud auditiva? ¿No agravaría la situación de las personas con pérdida auditiva desde el punto de vista de su audición?
Si bien es cierto que hay enormes diferencias entre la distribución de audífonos en Estados Unidos en comparación con Europa en general, y con España, en particular, sí que encontramos puntos comunes en todo el mundo a la hora de la toma de decisión de la compra de un audífono.
En Estados Unidos, solo 1 de cada 7 personas con pérdida auditiva utiliza los audífonos. Investigando los motivos encontraron tres principales factores actuando como barrera: el coste, la creencia de no necesitarlo y alguna mala experiencia con el uso de audífonos por parte de algún conocido, consecuencia claro está de una mala adaptación. Además de factores estéticos relacionados con la percepción que creen que otorgan por parte del resto de personas. Está tristemente extendido el pensamiento de que el trato es diferente hacia los usuarios de audífonos, que son dispositivos demasiado visibles y que resultan una muestra de edad y debilidad.
Por otra parte, muchas personas que poseen audífonos no los utilizan, quizás porque se crearon la expectativa errónea de que los audífonos restaurarían su audición y capacidad de comunicación a la completa normalidad. La adaptación a los audífonos requiere paciencia y ayuda profesional, especialmente cuanto mayor es la pérdida de audición. La rehabilitación auditiva requiere práctica con el uso de audífonos y ayudas tecnológicas a la audición, así como formación sobre estrategias para mejorar la comprensión y la escucha en situaciones difíciles.
Las autoridades norteamericanas alegan falta de transparencia en el precio de los audífonos, y acusan directamente a la falta de competencia entre los fabricantes del sector como causa principal. Si durante los últimos 20 años los costes de la electrónica de consumo se han reducido de manera drástica ¿por qué no ha sido así con los audífonos? Desde las fuentes gubernamentales aseguran que en Estados Unidos resulta muy difícil para una nueva marca abrirse paso en este Mercado, debido a los protocolos de pedido existentes entre el audiólogo y el fabricante, así como por las fuertes relaciones de fidelización entre ambos, que implican generalmente que el consumidor no pueda comparar la gama completa de los productos de otras marcas antes de la compra. Se hace aquí primordial recordar que normalmente el precio del audífono incluye no solo el dispositivo en sí, sino además todas las pruebas necesarias para la evaluación previa y un servicio post venta de seguimiento que engloba tanto las sesiones necesarias para realizar los ajustes precisos como el mantenimiento de los audífonos o las pilas que utilizan. Por desgracia, no todos los usuarios hacen uso de estos servicios.
En este trasfondo, el gobierno estadounidense estima conveniente la creación de un nuevo tipo de audífono básico y de bajo coste para las personas con pérdidas auditivas leves y moderadas, cuya distribución se realizaría de manera similar a la ya existente para gafas de lectura, que como en España, se pueden encontrar en casi cualquier supermercado. Consideran que con esta medida se incentiva la competencia y se amplía el rango de elección del usuario. Así mismo, se desestigmatizaría la pérdida de audición, normalizándola al aproximar la distribución a la cotidianidad de la vida del consumidor. Incluso creen que puede estimular la competitividad en el aspecto estético del propio dispositivo.
La segunda propuesta de las Autoridades solicita la regulación por parte del organismo de la FDA (Food and Drugs Administration) sobre los productos de amplificación sonora personal, también denominados “hearables”, algo a lo que la FDA se ha negado hasta la fecha. Estos dispositivos electrónicos se llevan en el oído y amplifican y procesan las señales auditivas, ofreciendo alguna función similar a la de un audífono, por un precio hasta 10 veces menor. No cabe duda que estos artículos pueden ayudar a las personas con pérdida de audición e incluso a normaoyentes a oír mejor en ambientes ruidosos, pero de momento la FDA continúa distinguiendo entre audífonos y “hearables” basándose en la prescripción de su uso en lugar de en sus características técnicas o rendimiento. Según las directrices de la FDA, los audífonos son para personas con pérdida de audición, mientras que los “hearables” están destinados a normaoyentes que quieren una ayuda adicional para mejorar la escucha en situaciones complicadas. Además de negarse al requerimiento gubernamental, la FDA acusa a los fabricantes de productos de amplificación sonora personal, de anunciar que sus artículos se adecúan a personas con pérdida de audición. Sin embargo, el gobierno estadounidense cree que la FDA debería permitir que estos productos se orientaran a la venta a personas con pérdidas auditivas leves y moderadas.
Las propuestas tercera y cuarta están relacionadas con la transparencia y la mejora de la capacidad de elección por parte del consumidor a la hora de la compra, pues advierten que el usuario tiene derecho a recibir la copia del informe de su estudio auditivo, audiograma incluido, para que pueda llevarlo al gabinete auditivo que él prefiera. Por suerte, esto ya es así en España.
Por supuesto, las reacciones no se han hecho esperar, especialmente desde las filas de sus detractores, organismos tan importantes e influyentes como la American Speech-Language Hearing Association (ASHA) y la American Academy of Audiology (AAA). Entre otras preocupaciones, destacan la privación de detección de la verdadera causa de la pérdida de audición, pues podría ser derivada bien de un tumor en el nervio auditivo, o de una otitis media crónica o también de un simple tapón de cera. Obviamente, como se ve en estos ejemplos, no siempre los audífonos son la solución. Desde 1976 en EE.UU. se exige una valoración médica previa a la adquisición de un audífono, para constatar que efectivamente el individuo lo necesita. No se pueden vender pues sin la prescripción del profesional auditivo. Además, como se puede leer en este artículo de la presidenta de ASHA, la ayuda profesional es esencial para lograr el éxito en el diagnóstico y el proceso de adaptación, incluso para aquéllos con una pérdida leve detectada en los primeros estadios.
Las propuestas del gobierno estadounidense cuentan en cambio con el apoyo de la National Academy of Science (NAS), y de un estudio público realizado que ha calculado los riesgos de prescindir de la valoración médica previa, capaz de detectar esos mínimos casos en los que el audífono no se prescribiría como solución, frente a la cantidad de millones de usuarios que podrían beneficiarse con estas medidas para tratar su pérdida auditiva. Aseguran que los dispositivos “hearables” se podrían vender equiparándolos a un verdadero audífono, pero advirtiendo y subrayando los síntomas que podrían ocultar una enfermedad de mayor complicación y que sí exigirían la verificación del especialista médico, como por ejemplo la pérdida de audición repentina en uno o ambos oídos, que suele darse en los casos de neuroma acústico. El que este tipo de consumibles, más sencillos para ajustar y adaptarse, estén en nuevos canales de distribución creen que permitiría el tratamiento preventivo inmediato tras el primer síntoma de pérdida de audición, evitando su consecuente empeoramiento con el tiempo por no ser tratada en el momento, tal como ocurre en la actualidad. Sin embargo, no hay pruebas que apoyen esta creencia, y además ofrece un argumento más a los opositores, pues los cambios en la pérdida de audición con el tiempo deben ser monitorizados y ajustados durante las sesiones de seguimiento con el audiólogo o el especialista auditivo.
Con independencia del poder adquisitivo y del lugar del planeta en el que nos encontremos, normalmente una persona tarda unos 10 años en comprar un audífono desde que percibe la pérdida de audición. Ni que decir tiene que en ese período la progresión de la pérdida habrá evolucionado hasta un grado severo o profundo. La pérdida auditiva llega despacio, el reconocimiento de la discapacidad es con frecuencia gradual, y muchos lo consideran como algo asociado inexorablemente al paso de los años. Los estigmas antes mencionados influencian también la aceptación de la pérdida de audición. Incluso en Reino Unido, país en el que el coste de los audífonos está cubierto por su sistema público de sanidad, adolecen de una gran cantidad de personas que precisan la utilización de audífonos y no lo hacen.
En Beltone trabajamos para desacreditar esos falsos estigmas tan extendidos, así como para dotar de audibilidad a quienes lo necesitan, con distintas gamas de producto asequibles para los bolsillos con menos posibilidades, y con una calidad de sonido que no teme ponerse a prueba en la comparativa con otras marcas porque saldrá beneficiada. Consulte siempre a su audioprotesista acerca de todas las opciones disponibles antes de la adquisición de un audífono, y confíe en él o ella para garantizar el éxito de la adaptación al dispositivo. Le ayudará a descubrir la totalidad de las ventajas de la mejora en su audición.