El principal problema de las personas que usan audífonos es entender las conversaciones en ambientes ruidosos. Esto, en gran medida, se debe a que, hasta ahora, la mayoría de los audífonos se habían saltado la función que, en cuanto a localización sonora, tiene el pabellón auricular, y, con ello, de parte del sistema auditivo. Por lo tanto, los usuarios de audífonos pierden la capacidad de localizar sonidos. Hablamos hoy sobre conversaciones con audífonos en ambientes ruidosos.
El cerebro recibe todos los sonidos que le llegan del entorno, pero, al no saber de dónde proceden, no es capaz de discriminarlos. Así, el cerebro los procesa todos por igual, de manera que el ruido se convierte en sumamente molesto. El cerebro del hipoacúsico no es capaz de discriminarlo como hace el de un normoyente.
Por eso, en ambientes ruidosos o en conversaciones de grupo, los usuarios de audífonos parten con desventaja. A esto hay que añadirle que el cerebro sufre de pérdida de plasticidad cuando no recibe estímulos sonoros durante un tiempo prolongado. La falta de estimulación cerebral también hace que se pierdan capacidades de discriminación sonora. Por lo tanto, el cerebro necesita una rehabilitación para reconstituirlas, abriendo nuevas vías neuronales. Lo que sucedía hasta ahora era que los usuarios de audífonos volvían a escuchar sonidos que antes no podían, pero tenían dificultad para localizar su procedencia, sin ser, además, conscientes de que el cerebro necesita una rehabilitación progresiva para restablecer las conexiones neuronales.
La nueva tecnología de los audífonos, como los que acaba de presentar en España Beltone, Beltone Achieve, ha avanzado mucho en el reconocimiento de entorno evitando precisamente estos problemas. Para determinar qué señal es voz o ruido en cada uno de los ángulos, en tres dimensiones y 360º, los audífonos de última generación ponen en marcha dos sistemas: uno que atenúa el ruido y otro que favorece la localización sonora. Mediante algoritmos, o con el sistema M&RIE -que se sirve de la función natural de localización del pabellón auricular humano- aportan esa localización sonora que los audífonos tradicionales no incluían entre sus prestaciones. Con ello, la tecnología se pone al servicio del ser humano para devolverle sus facultades naturales.
De forma consciente e inconsciente, el cerebro puede volver a discriminar unos sonidos de otros. La monitorización del entorno que llevan a cabo los audífonos de última generación permite al audífono enviar las señales al cerebro de tal manera que puede localizarlas. Una vez lograda esa localización sonora, también mejora mucho la capacidad de rehabilitación auditiva, sensorial, para la discriminación real que hace el propio cerebro.
La audición no solo es oír, también es aprender. La falta de aprendizaje del cerebro cierra vías neuronales y provoca la pérdida de plasticidad, que hay que recuperar. Por lo tanto, y muy al contrario de la extendida creencia popular, si al cerebro no se le estimula con la audición, la pérdida auditiva cada vez es mayor. Por eso resulta de vital importancia tratar la pérdida auditiva cuanto antes, puesto que de esta manera se ataja cuando hay una menor cantidad de vías neuronales perdidas y la rehabilitación necesaria, es menor. En España, la población se adapta audífonos con una edad muy avanzada, una situación que debería atajarse, si queremos oír mejor, y durante más años.
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