En la primera etapa de la infancia, la capacidad auditiva es clave para el desarrollo de las habilidades del habla y la comunicación. La falta de diagnóstico y tratamiento de las pérdidas auditivas en una etapa temprana puede tener un impacto negativo en el desarrollo personal del niño, educativo, social y profesional a lo largo de su vida . Por esa razón, es de vital importancia que los padres reconozcan los signos de alerta ante una potencial pérdida auditiva y puedan tomar decisiones inmediatas.
Recién nacidos
Al nacer todos los bebés deben recibir una prueba de audición. Los especialistas recomiendan las Otoemisiones Acústicas (OAE) y/o los Potenciales Evocados Auditivos Automatizados (PEAA), exámenes confiables, seguros y no invasivos que permiten detectar si el bebé cuenta con una audición normal .
0-3 meses
Una vez el bebé está en la casa, se debe poner atención a su respuesta a sonidos ambientales, como el ruido de una puerta al cerrar o de sus juguetes. Aproximadamente, a los dos meses de edad los niños comienzan a hacer sonidos y se tranquilizan al escuchar voces familiares . Si esto no ocurre es importante acudir a un especialista para descartar la presencia de un problema de audición.
3-6 meses
En esta etapa los niños se calman y muestran entusiasmo con sonidos familiares, también atienden a los sonidos del lenguaje. A pesar de que todos los bebés tienen un desarrollo diferente, generalmente entre los 5 y 6 meses de edad ellos empiezan a balbucear palabras y giran la cabeza hacia el sitio de donde viene un sonido fuerte.
6-9 meses
Es importante verificar que los niños respondan a sonidos que no ven y a su nombre a intensidad de voz moderada en ambientes con ruido. Por otra parte, los padres deben identificar si el bebé emite sonidos ante la presencia de música y canciones.
9-12 meses
En este momento, los bebés repiten sonidos producidos por otras personas y también entienden cuando son regañados. A los 11 meses los niños ya pueden producir sus primeras palabras. En caso de que el bebé no emplee la vocalización en su comunicación y carezca de respuestas a los estímulos auditivos en su entorno, los padres deben visitar al especialista para descartar una pérdida auditiva.
Durante los primeros años
Después del primer año de vida, los niños atienden a sonidos y palabras nuevas. Hacen uso de diversas expresiones e identifican ritmos de canciones infantiles. Para los 18 meses, el bebé está en capacidad de localizar la fuente del ruido en diferentes planos; además, saluda y se despide de personas que conoce.
Los bebés y niños que no pueden oír bien suelen presentar episodios de agresividad y/o aislamiento porque no se pueden comunicar o no entienden lo que se les dice. Los padres deben estar alerta a cambios repentinos de comportamiento en el bebé o el niño.
En edad preescolar
Una vez el niño comienza a asistir al jardín o al colegio, los maestros pueden notar dispersión de su atención si no está escuchando bien. Además, los cambios en el comportamiento de los niños y el retardo en el desarrollo del lenguaje, si se compara con niños de la misma edad, también son signos de alerta para los profesores. En estos casos, los profesores deben alertar a los padres y sugerir la realización de los exámenes necesarios para descartar una deficiencia auditiva.
Si bien, un bebé puede nacer con audición normal, con el paso del tiempo podría perderla, por lo cual los padres, cuidadores y profesores juegan un papel clave en la detección temprana de esta patología. Hay que destacar la importancia de “realizar evaluaciones anuales a lo largo de la etapa escolar. En caso de haber un signo de alerta, la evaluación se debe realizar de manera inmediata”.
Existen diferentes alternativas para el tratamiento de la pérdida de audición parcial o total, como los son los audífonos convencionales, audífonos de conducción ósea y en el caso de perdidas severa a profundas están los implantes cocleares. Para asegurar que los niños tengan un desarrollo óptimo del lenguaje oral es clave detectar las deficiencias auditivas en una etapa temprana y contar con el acompañamiento de un equipo de especialistas médicos, encargado de proveer el tratamiento más adecuado para cada paciente.